viernes, 5 de octubre de 2007

Ser budista


Lucecita me mandó un correo cadenita "contra" lo que está pasando en Myanmar. El tipo de correo al que le pegas lo que otra persona te mandó y lo reenvías a un montón de gente. Escribió, en negritas, una frase arengándome a "hacer algo", creo que decía "hagamos algo para detener..." etc., en el área del remitente.

Me recordó los volantes apasionados que yo escribí en la Prepa, arengando al proletariado a "hacer algo" sin decirle --a la clase obrera en su conjunto-- lo que pudiera ser ese "algo". Estoy siendo demasiado duro con el joven idealista que fui. En justicia, a veces sí se me ocurría alguna directiva revolucionaria, como indicarle al pueblo de México "rompe tu boleta, rompe tu boleta" en las votaciones federales; o algo aún más voluntarista como "anula tu boleta y miéntale la madre al gobierno". No estoy seguro de recordar correctamente, lo que sí recuerdo es que mis compañeros se volteaban para no verme después de haber leído el encabezado del volante. No le hace, yo seguí siendo idealista.

La invitación en el correo de Lucecita, era a algo así como firmar una convocatoria para que el gobierno chino dejara de apoyar a los militares birmanos. Sin detenerme a evaluar las consecuencias de tamaña acción política --quién soy yo como estratega-- regreso a
Lucecita, quien nunca me había mandado un correo electrónico. Nunca me mandó un correo para apoyar al pueblo de Atenco, o al más remoto pueblo de Oaxaca (por citar sólo dos de aquí mero). Pero ahora me pide que apoye al pueblo de hasta-allá sólo porque se supone que ese pueblo es "budista".


Se supone que Luciecita también es "budista" y supongo que ella supone que debe apoyar a los budistas, y de esa forma abuchear a los que no lo sean. Y aunque yo me he declarado expresamente no-budista ante Lucecita, ella me mandó ese correo.

Hace 2 años nos dirigíamos a un retiro zen fuera de la ciudad. En el carro íbamos Pepe, Lucecita y yo, quienes ya habíamos participado en retiros. Con nosotros iba Marta, quien era nueva en esto. Como es de suponerse la pobre estaba siendo objeto de un apasionado adoctrinamiento conducido por mis compañeros --una de mis quejas contra los "budistas" es que pasen más tiempo hablando que practicando--. Pero Marta se prestaba al juego como legítima principiante. Pepe y Lucecita disfrutaban dándole recomendaciones, advertencias, exhortos y explicaciones. Al grado de arrebatarse la palabra entre ellos, levantar voz, salivar y luego darse la razón uno al otro.

--Entonces ustedes se consideran budistas? --Preguntó Marta
--Yo no --contesté rápidamente.
--Yo sí -- contestaron al unísono Lucecita y Pepe.

A partir de ese momento, protegido por mis gafas oscuras, recargué la cabeza en la ventanilla y pretendí dormir. No quería tomar parte en el adoctrinamiento, ni expresar mi verdadera opinión de las cosas, porque podía arriesgarme a perder el aventón de regreso al D.F. A esas alturas de mi vida ya había pasado por el catecismo, la asociación de scouts, la militancia cristiana, la clandestinidad marxista leninista, los premis de maharaji, la comunidad siddha yoga y ahora el budismo zen coreano independiente en México. Así que había estado en muchos carros, con muchos entusiastas, dirigiéndome a muchas actividades partidarias. Y siempre había convertido a una o dos personas a las religiones que yo dejaría de practicar más adelante. Qué horror. Lo bueno es que ya no las he vuelto a ver. No a todas, por lo menos.

En este grupo zen hay una figura prominente, quien me contó una vez que la manera en que lleva a cabo su budismo, hace que su propio padre lo considere un fascista. Lo contó con orgullo, como si fuera algo bueno. Y dice que si él fuera católico sería caballero de colón. ¿Te imaginas a este tipo hablando de compasión? Comiendo en un restaurante, con él y otro practicante, me tuve que hacer el tonto para no tomar como personales los ataques que hacía a "los que sólo practican sin involucrarse". En otra ocasión me diría "estamos creando una nueva religión". El tipo me da escalofríos. Te lo imaginas hablando de la sabiduría compasiva, de la cadena dorada de amor del Buda... Brrr! (escalofrío).

Por eso no soy "budista". Y me parece que al "no serlo" le hago un favor a la gente... y al budismo. Pero no metería las manos al fuego por mí mismo. Lo que sí puedo asegurar es que las arengas se murieron en mí, junto con las etiquetas.

Esto explicaría porqué no soy budista. No es que el budismo sea malo, sino que existen los "budistas".